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sábado, 4 de mayo de 2013

Analizando a un poeta.

''Por una mirada un mundo, por una sonrisa un cielo...'' creo que son los versos más adecuados para empezar a analizar el famoso Retrato de Gustavo Adolfo Bécquer, realizado por su hermano Valeriano. No me detendré tanto en su biografía como sí en su retrato. Hijo de un pintor costumbrista cuyos genes heredó Valeriano. Huérfano de padre a los 5 años y de madre a los 9. Su hermano, buen conocedor y fiel amigo, plasma con una sensibilidad exquisita la personalidad del poeta. Su mirada de soslayo es penetrante, sus cabellos ondulados y revueltos manifiestan su temperamento y un aire propio del Romanticismo. Esa mirada melancólica debido a sus problemas de salud y de dinero reflejan su alma. Se trata de un poeta, con todas las letras, un romántico sevillano que tuvo que ir en busca de trabajo recorriendo varias ciudades de España junto a Valeriano, hasta que por fin su hermano consiguió un trabajo estable como pintor de la corte en Madrid. Allí permanecerán juntos pero el dinero aún les sigue faltando para sobrevivir. Los desengaños amorosos hacen estrago en su personalidad tan vulnerable. La melancolía propia del poeta romántico empieza a invadir su mente a medida que pasan los años y ve que sus escritos no dan el fruto que pretendía ver en una sociedad costumbrista y llena de grandes problemas de salubridad. Y son estos problemas los que finalmente acabarán con su vida y con la de su hermano. Ambos murieron el mismo año, en 1870. La soledad, la tristeza, el desasosiego, el afán por una vida que no le sonreía hicieron que un 22 de Diciembre muriese uno de los más celebres ilustres de Sevilla. Murió un ilustre, pero no murió el mito. Su retrato, sus rimas y leyendas aún perduran en el tiempo, por los siglos de los siglos.


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