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martes, 31 de diciembre de 2013

El mundo no se acabó.

El mundo no se acabó porque ni los griegos ni los romanos lo dijeron. Porque los mayas nunca entran en el examen (este año si) y por lo tanto no cuentan para la nota final. El mundo nos e acabó porque de las tres parcas una está de baja, la otra de rebaja y la siguiente de resaca. Y mientras el mundo se acaba o no se acaba Goya aún está pensando en su Duquesa de Alba. En ese proceso, entre lo real y lo sublime, aparece Becquer con su retrato haciéndole la competencia a la Gioconda. Su retrato tiene un ''non se che'', que con esa perilla y esa bigotillo, que Martín al cuadrado quiso imitar pero no le salió bien el escorzo, le dan un aire a lo divino. Y entre tanta aureola, Dalí levanta cabeza y le pregunta a la Gioconda: ¿por qué no llevas un nimbo si se supone que estás embarazada? Y la Gioconda le dice: ¿por qué no te callas? Y en esa disputa aparece Gaudí y dice ''ole colores, viva Triana y la Pastora pero de Cantillana''. Que los Sabios Magos os traigan oro, incienso y mirra. Y si Tito Livio pone prohibiciones lo mandamos a dar una vueltecita en la barca de Caronte.


domingo, 15 de diciembre de 2013

Hace años.

Hace años me sentía vacía. Sentía que lentamente iba perdiendo las pocas amistades que tenía. Que el amor no era lo que yo creía y se iba difuminando con cada historia de leyenda vivida.
Hace años era más débil que ahora. Pensaba que si me quedaba sola todo habría acabado y que no sería capaz de seguir adelante. Y llegó el momento de estar sola, de enfrentarme a la realidad, de seguir adelante por mi misma y por eso poco a poco me fui haciendo cada vez más fuerte.
Llegó un punto en el que me daba igual vivir en un mundo rodeada de gente pero sola al mismo tiempo. Porque prefería estar sola antes que mal acompañada. Pero llegó otro momento más actual en el que me di cuenta de que realmente no estaba sola. Estaba con mi presencia, sí, pero que en mi camino se iban interponiendo otra serie de gentes que frutos del azar o del destino me iban llenando, apoyando y ayudando poco a poco. Que sin pensarlo se convirtieron en mi todo y que sin ellas saberlo yo también formaba parte de su todo.

Doy gracias al azar y al destino de haber estado sola durante estos años y haberme dado cuenta de que a pesar de ello podía ser yo misma, con mis defectos y mis virtudes pero Yo. Doy gracias de haberme cruzado en mi camino a cada una de estas personas porque gracias a las experiencias vividas soy quien soy. He aprendido en cada una de las batallas presenciadas y también he disfrutado de los contados momentos felices que se me han planteado.

Y los sueños, sueños son.

Sueños, sueños rotos, sueños por cumplir. Soñamos despiertos, dormidos. Toda nuestra vida es un sueño y los sueños… sueños son y realidades serán. Lucha por cumplir tus sueños, tus anhelos, no dejes que nadie te los arrebate. ¿Qué sería una vida sin sueños, sin esperanzas, sin una vida paralela? Porque en realidad eso es lo que son los sueños, vidas paralelas, producto de nuestra imaginación. Son nuestras metas, nuestras alegrías, nuestros proyectos. Lo que poca gente lleva a cabo y son las más felices del mundo. Y lo que mucha gente no se atreve a realizar por miedo a dejar de soñar. No tengas miedo de dejar de soñar porque vivimos en un país de nunca jamás. Nunca jamás dejaré de soñar. Porque mi vida es un sueño y los sueños…sueños son y realidades serán.


Navidad.

Navidad, Navidad, falsa Navidad. Que de alegrías reparte todos los años y de nuevo te vas. Hace años que no me gusta la Navidad y mucho menos la disfruto como antes. Hace años yo creía en los Reyes Magos y Papa Noel pero esa ilusión se desvaneció. Hace años mis abuelos vivían y venían a celebrarlo a mi casa. Todo el salón estaba lleno de juguetes, árbol, polvorones, turrón, bombones, belén y sólo se escuchaban los villancicos y los golpes de pandereta que me gustaba dar, además de alguna que otra zambomba por los aires. Aquellos fueron los años más felices de mi infancia.

Pero ahora la Navidad para mí no tiene sentido. De 6 personas que nos juntábamos esas noches en casa ahora sólo quedamos tres. Y siento que pronto seremos dos y luego quizás una y me entra la nostalgia. Ya no me apetece ni arreglarme, estoy más cómoda en pijama un 25 de Diciembre. Y si te asomas a la calle ves que apenas hay gente. En 22 años que tengo aún no sé lo que es una fiesta la noche de Año Nuevo y tengo la certeza de que este año tampoco lo sabré, quizás lo sepa a la vejez. Mi mundo al revés. Me consuelo pensando que hay gente que está en mi misma situación o en situaciones parecidas. Algún día me gustaría conocerlas, algún día. Cuando el hombre sea hombre y deje de comer 12 uvas como fruto de buen augurio para el siguiente año. Cuando el hombre deje de comprar ropa interior roja y estrenarla por Navidad. Cuando todo los niños del mundo reciban un juguete en su hogar. Será entonces cuando yo volveré a disfrutar de la Navidad y volver a tener ese espíritu que hace años se perdió con mi último villancico.


No quiero que te vayas.

-No quiero que te vayas.
-He de irme, ambas lo sabíamos. Teníamos que estar preparadaa para este momento y el momento ha llegado.
-Pero yo te quiero. Me has hecho la persona más feliz del mundo en tan sólo unos días. No quiero imaginarme como de feliz sería si pasara una vida junto a ti. Despertarme a tu lado, llorar entre tus brazos, reír, gritar, correr, jugar, amar, sentir. Quiero seguir viviendo todas estas sensaciones. Quiero sentirme viva, saber que a tu lado me siento llena. Y quiero que sepas que lo que no ha separado la distancia no lo va a separar nadie.
-No voy a desaparecer, siempre voy a estar ahí.

- ¿Sabes? Tengo la certeza de que no vas a desaparecer. Nunca tuve miedo a eso. Desde un primer momento tuve la sensación de que esta vez todo iba a salir bien. Ha pasado un año y parece que cada día fuese como la primera vez que te conocí. Tengo la misma ilusión y sensación, ese cosquilleo en el estómago cuando voy a hablar contigo. Esas mariposas que recorren mi cuerpo cuando te veo.


En la playa.

Estoy sentada junto al paseo marítimo de una playa que visito desde pequeña. Apenas hay nadie porque es bastante temprano. Siento una extraña sensación, como si algo o alguien fuesen en mi busca. Soy incapaz de girarme. El trepitar de las olas y las bandadas de gaviotas me tienen absorta en mis pensamientos.
Alguien coloca sus manos en mis ojos de repente. Pego un respingo. Mi corazón cada vez está más agitado. Pregunto ¿quién es, quien hay ahí, quién me impide ver a las bandadas de gaviotas y las olas a lo lejos? No recibo respuesta alguna.
Sus manos son suaves y parecen delicadas. Me transmiten paz y tranquilidad. Empiezo a sentirme más relajada, como si supiera que conozco esas manos de antes, de mucho antes pero ¿quién podía ser? Empiezo a hacer memoria. Recuerdos, recuerdos, venid a mí, os necesito. Necesito un recuerdo que me aclaren con más facilidad estas manos delicadas y suaves.

Ella no podía ser, no podía estar ahí, en esa playa. Estaba trabajando a cientos de kilómetros de donde me encontraba ahora. Empieza a tararear una canción. Una melodía de verano, era nuestra canción sin duda. Sonrío y comienzo a tararearla yo también. Pronuncio su nombre y Eureka! Sus manos poco a poco me van dejando ver de nuevo el sol, las nubes, las gaviotas, las olas, la arena. Me giro y era ella quién estaba ahí y yo tan incrédula pensando que estaba a cientos de kilómetros. Casi se lo reprocho pero me limito a hacer una carrera hasta la orilla agarrada de su mano, de sus delicadas manos.


Estoy al soplo de una vela.

Estoy al soplo de una vela de volverte a ver. Han pasado meses desde la última vez que te vi. No sé cuál es el color de tu pelo ahora ni la ropa que llevarás puesta. Cuando te vi era invierno. Un invierno frío, oscuro. Era de noche. Las luces de los coches iluminaban mi pálido rostro. Apenas había transeúntes por la estación. Y Dios, mis piernas temblaban. No era capaz de controlar mi propio cuerpo. Nunca antes me había sentido tan nerviosa al conocer a alguien que sabía que iba a cambiar mi vida. Quizás por eso me sentía así.
Me senté en un banco y miré el panel. Aún tenía que esperar algo más de media hora para verte. No sabía qué hacer, si quedarme de pie o sentada, si llamar o escribir mensajes. Volví a ponerme en pie y a sentarme en otro banco. La gente que me contemplara pensaría que estaba hiperactiva pero así es como me sentía.
Y estoy de nuevo en la misma estación, con la misma sensación. He vuelto a llegar más de media hora antes. La diferencia está en que hay más luz y hay mayor número de transeúntes. Me asomo a las vías, veo tu tren llegar. Eres de las primeras en bajar, como siempre tú tan impaciente. Una amplia sonrisa se me dibuja nada más verte. Las dos corremos para nuestro encuentro. Hueles a rosas, a caramelo. Hacía tanto que no respiraba tu fragancia. Nos fundimos en un tímido beso que hace que se pare el tiempo. Estoy al soplo de una vela de detener el tiempo con un tímido beso.