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martes, 15 de octubre de 2013

La perfecta imperfección.

-Coge el espejo.
-¿Para qué?
-Hazlo.
-Ya está.
-¿Qué ves?
-Veo el reflejo de una persona que ha sufrido demasiado, que le da miedo avanzar por el que dirán, veo muchos complejos internos, falta de autoestima, autoritaria consigo misma, veo tantas imperfecciones que no se por cual empezar.

-Lo estás haciendo mal. Eres la perfecta imperfección que jamás se haya podido crear. Coge el espejo cada día y mírate en él con los ojos con los que te veo yo. Entonces te darás cuenta de que rozas la perfección pero sin llegar a igualarla porque estás viendo sólo tu reflejo. La perfección es tu propia realidad reflejada en este espejo.



miércoles, 9 de octubre de 2013

Nos hicieron ver.

Nos crearon para una sociedad perfecta. Desde que nacemos nos hicieron creer que lo normal era que nos gustase un niño en la guardería. Nuestras madres ya hablaban entre ellas haciendo planes futuros entre su hijo y tú. Nos criaron en un ambiente donde estaba prohibido hablar con desconocidos. Ahora si no le respondes a un desconocido eres una maleducada o mejor dicho, una antisocial. En el instituto nos hicieron ver que las carreras de ciencia eran las mejores para un futuro digno. Y si dices el nombre de una carrera ‘’extraña’’ o de poco renombre te dicen la típica frase: ¿eso tiene salida? Señor/ señora tiene la misma salida que un ingeniero o un informático en paro. Nos hicieron ver que debemos rodearnos de mucha gente porque lo normal es tener amigos y más si eres joven.  Nos hicieron ver que más vale una mentira piadosa que una verdad rotunda. Nos hicieron ver que hay que ser el líder de la manada para coger al toro por los cuernos. Y si os digo que ¿no hace falta todo eso para tener el mundo a nuestros pies? Porque lo que no nos hicieron ver fue la satisfacción propia que produce cuando somos nosotros mismos sin las ataduras de la sociedad que nos rodea.



martes, 8 de octubre de 2013

El muro de cristal (María Roldán).

Hoy os voy a hablar de un libro escrito por una persona importante. Este libro consta de 80 páginas que me han envuelto en un mundo dividido en dos: los atormentados (pesimistas que van formando a lo largo de sus vidas un muro interno inquebrantable, es decir, un muro de cristal que ellos mismos creen que es imposible de atravesar pero que como se ve en la obra y en la vida misma sólo se trata de un muro creado por falsas expectativas e ilusiones sobre el destino, por lo tanto el cristal de este muro se puede romper cuando menos lo esperemos) y los positivos (jóvenes con metas en la vida, desean recorrer mundo en busca de la libertad, la igualdad, tienen un deseo innato por la vida, por descubrir lo que aún sus cabezas ni se imaginan, a pesar de que eso les llegue a causar la muerte...). Una de las frases típicas de los atormentados sería ''no puedo alimentar unos pensamientos que aparentemente me harán feliz, pero que, a largo plazo, me causarán dolor''. Ese miedo que siempre hemos tenido todos al fracaso o a volvernos a dañar una vez más. Pero una de las frases que más me marcó de este Muro de cristal sería la que yo misma le podría dedicar a la escritora '' pero ella no comprenderá nunca que observar desde la distancia es el placer más dulce que he encontrado''. Y otras frases que me marcaron de este Muro son:
''Mis músculos se relajaron y comencé por primera vez a vivir.''
-''No sabía que aún existiesen personas así.
-¿Así cómo?
-Personas repugnantes que construyen un mundo interior creyendo que es un mero reflejo de la realidad, intentando encontrar solución a sus endiablados problemas y justificando que así resolverán el nudo que ata a la sociedad.''
-Llegó un momento en el que me empezaron a aburrir sus conversaciones; lo inquietante de la vida era la incertidumbre, el dolor profundo y la euforia descontrolada, y no la estabilidad suprema.
-Y es que hacía tanto que no sonreía porque la vida de alguien querido fuera un poco mejor...!
-Ella se recreaba en su mundo , sacaba sus propias conclusiones sobre la vida y, por último, se perdía entre las sombras.
-No quiero estudiar y contemplar el paisaje por la ventana con tristeza, no quiero que el saber me aprese cuando lo que debería hacer es darme alas.
-Y créeme, amigo, que yo he aprendido más del sufrimiento y de los contratiempos que de los libros de mi mesita de noche.
-Creía que no me tomaba la vida en serio y que vivía de las apariencias.
-Si algo me enseñó este viejo libro fue que había que expulsar todo aquello que nos envenenaba, aunque no le encontraras una razón lógica y aunque pudiera tratarse del acto más egoísta que pudiera llevar a cabo un ser humano.




viernes, 4 de octubre de 2013

Hoy la he visto y me ha mirado.

Hoy la he visto y me ha mirado. Hoy creo en Dios! Fue la primera frase que se me vino a la cabeza cuando a primera hora de la mañana la vi. Estaba tan brillante como siempre. Su  flequillo a medio caer sobre los ojos, su mirada profunda y un tanto fría estaba clavada en mi mirada soñolienta. Realmente no se porque me miraba, yo no llevaba mis mejores galas ni mi rostro a esas horas de la mañana era el mejor de los casos. Aún así parecía que me había estado esperando, esperaba que alguien cruzase la puerta. Quizás ya me había visto venir a lo lejos. Nuestras miradas se cruzaron por unos segundos. Ni ella parpadeaba ni yo tampoco. Parecía que quería analizar mi mirada, ver más allá de mis pensamientos. Curiosamente yo no estaba nerviosa. Deseaba que ese cruce de miradas durase eternamente aunque para mí esos segundos fueron eternos. Aparté la mirada porque ya se me acababa la distancia de la puerta al lugar donde me dirigía y no podía seguir mirándola. Aún de espaldas notaba su mirada o al menos esa fue mi sensación mientras los latidos del corazón iban a ritmo de sus miradas. Hoy la he visto y me ha mirado. Hoy se que existo, hoy se que ella también cree en Dios.


Se fue.

-¿Y  que pasó? 
-No lo sé. Un día me levanté y vi que había desaparecido. Que ya no quedaba nada de ella, sólo su fragancia. Es como si se la hubiese tragado la tierra. Ni unas palabras, ni un beso de despedida, ni una carta. Se había ido sin más. Me pregunté si todo había sido un sueño o un producto de mi imaginación pero vi que era tan real como la vida misma. Estaba nuestra foto, corriendo por el campo,  junto a la mesa de noche y al lado una de nuestro último viaje. Si hubiese sabido que sería el último lo habría vivido con más intensidad y no la habría dejado escapar. Me habría agarrado fuerte a ella y seguramente se habría extrañado de esa actitud. Ahora sólo su fragancia inundaba la casa vacía. Ni su ropa, ni su mochila, ni su bolso, ni sus peluches. Todo había sido empaquetado con riguroso detalle hacia un lugar misterioso  y prohibido para mi. Se fue sin más, ya nada quedaba, sólo nuestras fotografías y su fragancia. Quizás fue las únicas cosas de las que no pudo desprenderse del todo, una porque la llevaba consigo y la otra para dejarme el recuerdo de su remota existencia.