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domingo, 31 de agosto de 2014

Adormideras en la montaña (Alice M. Ekert-Rotholz).

Dos historias, una vida truncada y un fatal destino. Creo que este sería el resumen perfecto para este libro. En primer plano tenemos a Louise Bonnard, prometida de Erik Ekelund, y heredera del dinero de sus padres fallecidos y de la cadena de hoteles Bonnard distribuidos por todo el mundo. Erik, sociólogo encargado de estudiar los enfermos de lepra, con un carácter bastante atípico y taciturno. Queda menos de un mes para su boda y de pronto aparece la que en realidad será la protagonista y la que marque cada capítulo de este libro, Marie Bonnard. Es la prima francesa de Louise. Son totalmente opuestas, se llevan 10 años y desde pequeña han tenido muchos roces. Ninguna se soporta pero es lógico que nadie soporte el carácter de Marie. Para Erik no es su primer encuentro con Marie. La vio en un pasado del que todos desconocen su historia. 
Retrocedemos en el tiempo y aparece Erik junto a su prima Ulrika. Ambos se enamoran pero Ulrika no es verdaderamente su prima, pues fue adoptada por su tío. Nunca llegan a nada serio debido al accidente de coche. Ulrika muere en el acto tras haber fumado unos cigarros de marihuana. Este hecho es muy importante ya que la que puso estos cigarrillos en su pitillera fue Marie Bonnard. Buscaba su muerte indirectamente porque Ulrika iba a casarse con el Conde Tksenki. Este conde conocía a Marie y a su madre desde la adolescencia. Marie estaba enamorada de él. Sin embargo, cuando aparece en su vida Ulrika, el conde la deja en un segundo plano y Marie decide drogarla y que parezca que en el trayecto de la carretera sea Erik el que mata a su prima, al quitarle el volante de sus manos.
Marie es la clase de persona que todos querríamos tener lejos de nuestro lado. Es de una belleza notable, rubia, esbelta y de ojos azules. Físicamente todo parece normal. Tiene bastante dinero debido a que sus padres también tienen varios hoteles repartidos por el mundo. Llega al hostal de Louise en Londres y Erik se enamora de Marie. Deja los preparativos de la boda y olvida a Louise. Pierde por completo la cabeza al ver a esta pequeña belleza rubia y que es menor que él 10 años. La diferencia de edad, los trastornos mentales que empieza a sufrir Marie, la falta de cariño de ésta por parte de su marido, los viajes de Erik a las comunidades de leprosos en China y una serie de traumas desde la niñez, hacen que pierda por completo la realidad de las cosas hasta tal punto que llega a inventarse la propia realidad. En China empieza a fumar opio y es contagiada de lepra. A tiempo es salvada y la enfermedad no fue a más. Estuvo varios meses en un centro de deshabitualización. Este centro estaba a cargo del mejor amigo de Erik, Francis Littelwood. Marie se enamora de este médico ya que es el único que se preocupa por su enfermedad y se preocupa por ella. Pero su amor no es correspondido. En este centro conocerá a la enfermera Waterhouse y con la cual le era más amena su estancia. 
Curada de la lepra, Erik decide volver con ella a Londres y luego a Estocolmo con sus padres. Pero en Londres, Marie se entera de que va a ser llevada a un sanatorio mental en Zurich. Escapa del hostal y está un tiempo desaparecida y deambulando entre los distintos hostales de la ciudad. En el último hostal que estuvo seguía drogándose con opio y heroína que le vendía otro de los huéspedes. Este huésped era de raza negra y se propuso hasta vivir con ella. Quedó prendado de su belleza que se iba consumiendo lentamente. Otro huésped y que estaba casado, pero pasaba su estancia en esa pensión para tomar su dosis mensual de heroína a escondidas de su mujer, también vio en Marie un escape de su apagada vida amorosa. Hubo una disputa entre la raza blanca y la negra. Dos fieras se pelean por los restos de una dama. A la dama poco le importaba. En su mente sólo existían dos palabras: Erik y Ulrika. Tenía alucinaciones y hablaba sola. Creía que Ulrika seguía viva y la perseguía para darle muerte. Otra de sus alucinaciones era que su marido quería matarla porque ya no la amaba. La pantera quiso matar a la fiera de raza blanca y viceversa. La fiera de raza blanca tuvo un puñal clavado a su espalda pero consiguió recuperarse y a su vez recuperó la confianza que había perdido con su mujer. No contento, la pantera negra mató a la clarividente que residía en el hostal para que no diera chivatazo. Pobre vidente, si lo hubiera sabido antes no habría abierto la puerta de su habitación. Justo ese día su compañero iba a tomar el té como cada Domingo a las 17:00 en punto y se le iba a declarar, después de 5 años tomando el té con ella a la misma hora. Pero su destino no pudo vislumbrarlo con antelación.
Encuentran a Marie en la trastienda de un local, fumando opio. Esta vez sí es llevada al sanatorio mental en Zurich. Allí estuvo un año y medio. Sin recibir cartas de su marido obviamente. Maldito Erick, ella sólo necesitaba un poco de calor y cariño. Desde su niñez estuvo sola. Sus padres vivían separados y no se entendía con su madre. Su padre vivía en Bangkok. Un día llegó a casa y se encontró a su madre con el conde Tsenski en la cama. A partir de ese momento fue llevada a un internado. Más tarde la llevaron a Londres con su prima Louise y desde entonces las peleas eran continuas. Empezó a tener una especie de amigo invisible para paliar su soledad. Su amigo invisible si la entendía y la hacía reír. En el sanatorio de Zurich tuvo otros amigos imaginarios a los cuales ella llamaba sus camaradas. Entre estos estaba una institutriz (recordatorio de la enfermera Waterhouse que tanto la escuchaba en su estancia en China), dos enanos que servían de criados y el viajero (recordando al médico Littelwood). Después de un año y medio el médico determinó que estaba curada y decidió que podía marcharse.
Oscar Ekelund, suegro de Marie, la lleva a Estocolmo. Oscar es la contraposición a su hijo Erick. Abogado defensor y siempre dispuesto a ayudar a quienes le solicitaban su ayuda. Vio en Marie a una hija que pedía a gritos ser escuchada. Pero lamentablemente Marie no estaba del todo curada. Llevaba años con su enfermedad de manía persecutoria y alucinaciones. A la edad de 29 años decidió acabar con su vida. Y sinceramente es lo mejor que le pudo ocurrir a la pobre Marie.
Marie era taciturna, odiosa, envidiosa y celosa. Pero daba pena porque era un juguete roto. Un juguete que había ido resquebrajándose entre las distintas manos que la fueron sosteniendo. ¿Quién no ha estado nunca loco de amor? ¿Quién a veces no ha tenido cierta manía por algo o alguien? ¿Alguien nunca se ha sentido solo o ha visto como su familia lo ignoraba por completo? Pues ese alguien fue Marie Bonnard, un juguete roto difícil de olvidar.



sábado, 9 de agosto de 2014

Una mujer llega al pueblo (Mercedes Salisachs).



Voy a ser bastante crítica con este libro porque ha sido como una agonía leer sus 518 páginas cargadas de desgracias, infelicidad, envidias y rencores en un pueblo catalán de la década de los 50. Su protagonista principal, Eulalia, es la más desdichada de todos los personajes que aparecen. Tras su regreso al pueblo, después de 7 meses sigue siendo maltratada y vejada por todos sus vecinos. Con el paso de los capítulos se puede ver como el cura del pueblo se siente culpable de las acusaciones y de los maltratos que recibe la pobre Eulalia. Su corazón se ablanda y decide recorrer el pueblo entero para obtener aliados en su defensa. Está embarazada de alguien que todos desconocen y que ella nunca desvelará. Se llevará su secreto a la tumba. Y es por ello que fue obligada a irse a la ciudad. No soportaba los insultos diarios, las miradas y las prohibiciones por parte de su propia familia. Su cuñada es una arpía en toda regla y su hermano un títere que no es capaz de hablar sin permiso de su mujer. Eulalia es desprestigiada por todos pues ha perdido su honra al quedarse embarazada de un desconocido, con el cual ni siquiera pudo casarse porque él ya estaba casado. Regresa al pueblo creyendo que después de los meses sería bien recibida y sobre todo, volvió para dar a luz. Pero se equivocaba profundamente. Eulalia estuvo con aquel hombre por despecho, por olvidarse de su primer amor, del que nunca pudo sacarse de la cabeza. Su primer amor era José, perteneciente a la familia rica del pueblo. En ningún momento se menciona el nombre del pueblo. En este lugar hay comunistas, ganaderos llamados payeses, infidelidades, hombres lujuriosos y vecinas mezquinas. Vamos, que era toda una ganga vivir en este pueblo. No me extraña que la pobre Eulalia escapara a la ciudad, yo habría hecho lo mismo. Todos critican a los primeros turistas que vienen a las playas del Cap Negre, a sabiendas que son ellos los únicos  que dan vida al pueblo durante unos meses y que gracias a ellos reciben más trabajo y dinero. Las turistas se quejan de los caballos que se bañan en las playas y por ello se produce una disputa entre la familia rica de José, el alcalde y el resto del pueblo. Unos defienden que los caballos no deberían bañarse en las playas y otros, los payeses, están a favor de que sus animales deben descansar y jugar en esas aguas salinas como hacen los hijos de la clase pudiente. En el pueblo hay un hotel llamado Tramontana. Allí se alojan las turistas con dinero que quieren aprender idiomas. Los pescadores van al hotel y le enseñan el idioma, ellas le pagan y ellos las engatusan con su labia y su lengua…Las mujeres de los pescadores al principio se quejaban de que sus maridos pasaban más tiempo fuera de casa que dentro pero al ver la cantidad de dinero que traían todas estaban contentas. Los maridos enseñaban ‘’idiomas’’ y sus mujeres ya no tenían que rezar por sus salidas al bravío mar. Otro de los temas que se trata en este libro son los amorosos como el de Consuelito, una joven bien entrada en carnes que se enamora del viejo alcalde. Al final consiguen casarse y su padre acepta su amor pero me da a mí que siempre tendrá en mente su famosa frase ‘’y pensar que quiera hacer con mi hija lo que yo hago con mi mujer’’. Joanet, un pescador que siempre estuvo enamorado de Eulalia pero sin que ella lo supiera, se entera de su regreso por parte del cura y decide buscarla para ayudarla. Sabe que va a dar a luz en cualquier momento y tiene que prevenirla antes de que el parto se complique. Finalmente la encuentra y la lleva a la famosa cueva donde tantas veces Eulalia y José se besaban en su juventud. Pero ya Eulalia no es lo que era. Está hambrienta y enferma. Lleva dos días sin comer ni beber y va a dar a luz en cualquier momento. Aún así pocos quieren ayudarla. Y debido a la falta de ayuda y los rencores, la pobre Eulalia no aguanta tanto dolor y sufrimiento. Da a luz a una hermosa niña. Entre sueños recuerda a José, que también ha sido asesinado por los celos de Joanet, y pronuncia su nombre, lo siente en la mar, en la brisa. Siempre el amor, siempre José, siempre el pueblo.


viernes, 8 de agosto de 2014

La caída de un ángel.

Fue todo tan rápido que no me dio tiempo a reaccionar. Estábamos paradas en frente del ascensor. Ella abrió la puerta y pasó primera. En cuestión de segundos la perdí. El suelo se partió y ella cayó desde la planta quinta hasta el subsuelo. Yo tenía miedo, mucho miedo. No sabía qué hacer. Sólo se me ocurría llamar al teléfono de emergencias para que vinieran a rescatarla. Llamé y al dar la dirección me colgaron sin saber aún el por qué. Luego me quedé sin batería. Cogí mi segundo móvil, que afortunadamente llevaba conmigo, y marqué de nuevo el número 112. Esta vez no me colgaron pero la llamada fue recibida en Madrid. Yo estaba preocupada porque tuviésemos que esperar a que la ambulancia viniera de Madrid. Tardó en llegar y mientras llegaba o no los vecinos seguían llamando el ascensor. Era extraño que al estar roto el suelo siguiera funcionando y temía que con tanta subida y bajada la aplastaran…Era de noche y los vecinos no dejaban de salir y entrar. Finalmente llegó la ambulancia con varios médicos. Me aferré al brazo de uno de ellos y pedí llorando que se salvara. Yo sabía que sería muy complicado que después de esa caída tan alta, la insistencia de los vecinos de llamar al ascensor y la espera interminable de la ambulancia, pudiera seguir con vida. Todo se volvía en su contra. Vi el rostro del médico que abrió la puerta y con ello se me fueron quitando las pocas esperanzas que tenía. Finalmente la encontró muerta. Estaba tan pálido su rostro que no era capaz de mirarla. La envolvieron en una sábana igual de blanca que su piel. Yo no dejaba de llorar y gritar. El dolor era tan inmenso que me estaba matando. Sentía que con ella se iba parte de mi vida. No podía mirarla por más que quisiera. No quería tener esa última imagen de ella. Me puse las manos en la cara cuando se la llevaban y entre abrí los dedos para ver lo preciso. Afortunadamente llegaron mis familiares. No sé quién pudo avisarles pero sentí un alivio al verlos. Pregunté cómo íbamos a llevárnosla si su cuerpo tenía que enterrarse en su ciudad. Y además, tenía que avisar a sus familiares pero me sentía incapaz. Sentía que era culpable de su desdicha por haber venido a verme y haberse montado ella en el ascensor. Podría haberme subido yo primera o haber bajado juntas por las escaleras.

Desperté. Era una horrible pesadilla. Tenía los ojos húmedos pero en cuanto asimilé lo ocurrido comencé a llorar de una forma que no había llorado nunca por nadie. Tenía ansiedad de sólo imaginarlo. La amaba y no podía pensar que ella hubiese muerto. Esperé a que fuese más tarde para escribirle un mensaje, pues sólo eran las 5:30 a.m. A las seis de la mañana no podía esperar más y le escribí un mensaje corto pero intenso o al menos eso creía. Sólo quería saber si estaba bien pero no recibí respuesta…


miércoles, 6 de agosto de 2014

Te odio.

Te odio como nunca creí que podía odiar. Te odio como hace mucho que no odiaba a nadie. Deseo que sufras todo lo que haces sufrir al resto del mundo. No debiste nacer. Por gente como tú debería existir el aborto libre. ¿No te basta con estar muerta en vida? Que aún así necesitas joder a los que lo dieron todo por ti. Dime si después de mi hubo alguien más que te quisiera o que te hiciera feliz. La respuesta es un no rotundo. Tú nunca podrás ser feliz porque solo disfrutas dañando y viendo el mal ajeno. Y si ves contenta a esa persona haces todo lo posible por hundirla y verla retorcerse en la mierda como tú. Vives en la mierda y en ella te vas a podrir. Ni tus padres hacen vida de ti. Todos te odian, toda tu familia. Nunca has tenido amigos porque has ido sembrando a tus propios enemigos. Eres tú quien tiene un problema con el mundo. Llora, porque eso es lo único que sabes hacer cuando se te dice la verdad a la cara. Te haces la víctima y encima tienes la cara dura de considerarte un ser de luz. Y para colmo crees en Dios. Si Dios existiera la gente como tú no nacería. Ni se le pasaría por la cabeza crear a un engendro como tú. Eres un ser oscuro, lleno de maldad, que habita en las tinieblas. No siento nada por ti. Eres lo peor de la existencia. No queda ni una pizca de sentimiento hacia ti. Solo el de repulsión y asco. Me das asco en serio. ¿Cómo puedes levantarte cada día y mirarte al espejo? ¿No se rompe al ver tanta maldad reflejada? Todo tu corazón está cargado de rencor e ira. Eres una persona obsesiva. Llevas años obsesionada con la gente de tu pasado. Asimila que ya no existimos en tu mundo. Asimila que me perdiste hace 8 años. Déjame en paz. Elimíname de tu mente como yo hice. No me busques porque nunca me vas a encontrar. Deja de llamarme con números privados. Deja de dar mi número a personas que ni conozco. Deja de intentar robar mis contraseñas para leer todo lo que escribo. Déjame vivir. Haz como que nunca me conociste, como que nunca existí para ti. Eso es lo que yo hago o intento hacer cada vez que me recuerdas que sigues acechando desde la oscuridad. Tengo la certeza de que algún día estarás encerrada en un psiquiátrico pero afortunadamente yo no estaré aquí para presenciarlo. Estaré viviendo la vida que me robaste durante años.



lunes, 4 de agosto de 2014

Pasa la vida.

Estaba acostumbrada a ver a aquella mujer sentada en el mismo banco día tras día. El primer día fue como una persona más que ves por primera vez en tu vida y que queda retenida en tu pupila por unos instantes. El segundo día ya empiezas a fijarte un poco más y piensas que ayer mismo la viste. El tercer día ya te empieza a inquietar porque se encuentra siempre en el mismo lugar. Al cuarto día se convierte en tu rutina del día a día. Al quinto sabes que va a estar ahí, esperas a encontrártela porque así ha sido los demás días. Al sexto ya sonríes cuando aciertas que la vas a volver a ver a la mañana siguiente.
 Y así pasaron las semanas y yo caminaba por el mismo parque y veía a la misma mujer sentada en el mismo banco. Siempre llevaba una falda blanca. Algunas mañanas las palomas comían a su alrededor. Otras mañanas se encontraba sola, como si esperara a alguien. Notaba cierta incertidumbre en su rostro. Creo que se iba a reencontrar con alguien, ¿una amiga quizás? Era una mujer entrada en años pero no anciana. Un día hice como que se me había desabrochado el cordón de uno de mis zapatos y me senté a su lado, en su banco. Al principio tenía miedo de que me mirara con extrañeza por ser tan osada de sentarme a su lado, justo en el lado de la persona que ella esperaba a diario y que nunca llegaba. Notó mi presencia pero no me miró. Siempre miraba al frente, al horizonte, como si no existieran las demás personas. Entonces me levanté y emprendí mi camino.
En casa no dejaba de pensar en quién podría ser aquella misteriosa mujer y a quién esperaría en el mismo lugar y a tal puntual hora. Sólo la lograba ver por las mañanas. Por la tarde paseaba por ese parque pero el banco estaba repleto de madres con niños. Por la noche el parque estaba cerrado. Después de un mes observando sus movimientos me percaté de que aunque no me mirase ella también reconocía mis movimientos, mis idas y venidas matutinas. A veces creía notar su mirada cuando ya estaba de espaldas. Tuvo que pasar un mes y medio para armarme de valor y sentarme de nuevo a su lado pero esta vez para preguntarle a quién esperaba y quién era ella.

Como cada mañana me desperté, me vestí rápidamente y ni siquiera desayuné. Era ahora o nunca y no podía perder ni un segundo más. Crucé el parque y allí estaba ella sentada. Me paré en frente de ella y esta vez me miró. Me dio los buenos días sin esperarlo y me sonrió. Hasta se atrevió a darme una regañina ya que estaba vez había llegado unos minutos más tarde. Me excusé diciendo que había tardado el autobús. Le pregunté si podía sentarme a su lado y asintió con la cabeza. Le confesé mis intrigas y ella no dejaba de sonreír pero notaba cierta nostalgia en su mirada. Se tomó su tiempo y me respondió con una frase que marco un antes y un después en mi vida. ‘’Hija mía no espero a nadie en particular. Desde hace un año me siento en este banco para ver pasar la vida. Veo pasar a los jóvenes como tú, tan alocados y con tantas prisas que no se detienen ni un minuto a mirar la estampa que yo contemplo. Alguna vez tendrás mi edad y reflexionarás estas palabras. Alguna vez podrás ver pasar la vida y te darás cuenta de lo que te perdiste en su día por no saber valorar lo maravilloso que es contemplar esta estampa’’. Me quedé atónita con sus palabras y me disculpé por tener que irme tan pronto pero debía ir a clases. A la mañana siguiente la mujer ya no estaba. Efectivamente, había visto pasar la vida y qué fugaz había sido.


sábado, 2 de agosto de 2014

Tras el olvido.

Era tarde, muy tarde y sólo podía ver la oscura noche que me atrapaba cada vez más. Salí de ese local apestado de gente, alcohol y música estridente. La cabeza me daba vueltas. Creo que había bebido un poco pero sólo un poco. No sabía como volver a casa. Mis amigas ya se habían ido y yo había conocido a algunos chicos en la discoteca pero estaban bebidos y no sería bueno que condujeran en ese estado. Había perdido la noción del tiempo allí dentro y no me había dado cuenta de lo tarde que era. Ya me había quedado sin tren y sin autobuses. No tenía tanto dinero como para pagar un taxi. Fui andando por la calle. No había ni un alma. A veces encontraba algún gato comiendo los restos de una cena anterior y que se refugiaba al escuchar mis pisadas. Salí del pueblo y me daba miedo caminar sola a esas horas de la madrugada pero no me quedaba de otra. Tenía que volver a casa y estaba a media hora de camino en coche. Así que no se cuando llegaría y si llegaría...Iba a toda prisa. Tenía miedo y frío, quizás por ese miedo. No pasaban coches y la noche era tan oscura. Sólo me iluminaban las estrellas. Me acompañaba el crujido de mis botas sobre el asfalto. Tenía miedo también de que mi madre despertara y no me viera en la cama dormida.
Escucho el ruido de un motor, un coche se aproxima. El corazón cada vez me va más deprisa. El motor va aflojando y noto como para cerca de donde yo estoy en el arcén. Se bajan unas piernas masculinas y algo gruesas. No me atrevo a mirarle. Me pregunta si va todo bien y me invita a subirme al coche. Le digo que no y sigo caminando pero él me sigue y me atrapa poniendo sus manos en mis hombros. Tiene una voz un tanto ronca pero a la vez melosa. Acepto subir al coche y le pido que me lleve a mi casa. Enciende la radio mientras y se fuma un cigarro. Me lo pasa pero le digo que no fumo. Intento controlar el temblor de mis piernas y de mis manos. Me siento incómoda con esa música, su voz y el olor a cigarro. Veo que se pasa el desvío a mi pueblo y con ello empieza mi angustia. Se que nunca más volveré a casa y que nunca más volveré a abrazar y a besar a mi madre. El coche cada vez acelera más y más. Va rápido pero mis latidos aún van más rápido que ese coche. No debí subirme, no debí ir a la discoteca, no debí salir aquella noche. Quiero dar marcha atrás pero no puedo. El coche se detiene en un descampado. No se donde estoy. La oscuridad me impide ver con claridad lo que pasa. Él se baja del coche y me obliga a bajarme. Quisiera ser una de esas lechuzas o pájaros nocturnos que se escuchan pero no quiero ser mujer en este momento porque ahora mismo es esa mi condena...

Al día siguiente la madre se levanta. Ve la cama vacía y un silencio profundo le invade su cuerpo. Va a comisaría y denuncia la desaparición. A partir de ese momento comienzan los interrogatorios a sus amigas, familiares, vecinos. Cualquier dato por pequeño que sea cuenta. Las noticias transcurren velozmente en los telediarios y en la prensa. Pero para su madre no hay consuelo y cada día que pasa es una condena. Sabe que nunca volverá, lo presiente. A veces siente a su hija por las noches pero despierta como si le faltara la respiración. Pasan los días, los meses y los años. Su hija nunca volvió y de la tele y prensa ya desapareció. El olvido es lo que queda de esa triste desaparición.
*Para todas las personas que desaparecen y que no dejan ninguna huella. *




viernes, 1 de agosto de 2014

Mis palabras.

Yo no maquillo mis palabras porque no me gusta el maquillaje. Tampoco busco sinónimos de palabras que se encuentran en un lugar recóndito del diccionario. Soy de frases cortas, tajantes y entendibles. Lo que busco es que el poco público que tengo me entienda y sepa de lo que escribo. Que capten el mensaje que quiero transmitirles. Que cuando lean algo mio sientan que les susurro al oído cada palabra, cada verbo, cada frase y cada párrafo. Que sientan a mis personajes inexistentes, aunque una vez que los imaginas ya les estás proporcionando vida en tu mente. Sentidlo como yo los siento al crearlos, poneros en su piel, reíd cuando ellos ríen pero no lloréis cuando la historia se termine porque todo en esta vida tiene su fin o un punto y aparte como queráis llamarlo. Me niego a maquillar mis palabras y a mis musas del arte. Me niego a pensar que no eres capaz de sentir lo que yo siento cuando escribo.