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jueves, 20 de junio de 2013

Claro de Luna.

De nuevo una noche más no podía dormir en esa especie de celda que habían acomodado para la pequeña princesa. Faltaban sólo unas horas para la gran ocasión. Sería su mayoría de edad y conocería a su futuro esposo que hasta la fecha siempre le habían hablado bien de él pero como en tantos feudos sólo tenía una clara visión, ya un tanto lejana por el transcurso de los años, de la última vez que lo vio. Tenía 7 años y jugaban en una extensa pradera llena de flores rojas, amarillas, lilas...Él se agachó y recogió una de las flores más brillantes. Era una Violet Carson, rosa de un color rojo sangre. Le dijo una frase que jamás pudo olvidar tras ofrecerle la rosa: este es mi primer regalo pero recuérdalo pues cuando nos volvamos a ver llevaré este pétalo disecado en mi colgante que me servirá de amuleto en las grandes batallas que tenga que enfrentar. Y volvió a repetir esa famosa frase de ''según mi padre seré un buen guerrero cuando sea hombre de armas''. Desde pequeño ya apuntaba maneras de hombre de armas pero sabía que en el fondo sería un pequeño trovador, un niño con apariencia de noble adulto que seguiría amando a la primera dama que conoció. Sentía lastimarlo ya que ella nunca se había centrado en aquel jovenzuelo de cabellos dorados. No obstante, llevaba casi sus 18 años con el pensamiento en encontrar otra manera de vida que no fuese estar casada con un noble por el único motivo de aumentar la dote y afianzar vínculos territoriales. Se asomó por la rendija de la celda y vio aquel claro de Luna que solía impresionarla en sus desveladas noches. Contempló la figura esbelta de su ama de llaves, compañera de juegos, tutora en los ratos de formación académica y un sin fin de nombres que le habían hecho imposible acercarse a ella como otra cosa que no fuese lo mencionado. Sólo tenía 5 años más que ella pero realmente la admiraba desde que tenía uso de razón. Sus ojos penetrantes parecía que la hechizaban en cada una de sus conversaciones. Si quería intentar salir de aquel inmenso castillo, que había servido de prisión para condenarla a un futuro que sabía que no llegaría a buen puerto, tenía que empezar cuanto antes y hablar con Violet. Precisamente se llamaba como la hermosa rosa roja que aún conservaba. Sabía que entre tanta complicidad la ayudaría a escapar de ese lugar y si los astros estaban de su parte la acompañaría por un tiempo infinito. Así fue como salió hasta su encuentro en el claro de Luna de la gran pradera donde años atrás conoció a su futuro esposo pero esta vez el panorama era diferente. Violet como siempre notó su presencia y se giró antes de que llegara a alcanzarla. Sonrió y sólo le dijo: ¿por qué has tardado tanto tiempo? En su mano llevaba un pétalo posiblemente de una Violet Carson, marchitado por el tiempo pero sólo ella sabía que durante tantos años lo había guardado tras caerse de las manos del joven guerrero que prometió tenerlo hasta su futuro encuentro.
        


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