« Bienvenido/a a mi cajón desastre, cajón en el cual podrás adentrarte a lugares insospechables »

sábado, 2 de agosto de 2014

Tras el olvido.

Era tarde, muy tarde y sólo podía ver la oscura noche que me atrapaba cada vez más. Salí de ese local apestado de gente, alcohol y música estridente. La cabeza me daba vueltas. Creo que había bebido un poco pero sólo un poco. No sabía como volver a casa. Mis amigas ya se habían ido y yo había conocido a algunos chicos en la discoteca pero estaban bebidos y no sería bueno que condujeran en ese estado. Había perdido la noción del tiempo allí dentro y no me había dado cuenta de lo tarde que era. Ya me había quedado sin tren y sin autobuses. No tenía tanto dinero como para pagar un taxi. Fui andando por la calle. No había ni un alma. A veces encontraba algún gato comiendo los restos de una cena anterior y que se refugiaba al escuchar mis pisadas. Salí del pueblo y me daba miedo caminar sola a esas horas de la madrugada pero no me quedaba de otra. Tenía que volver a casa y estaba a media hora de camino en coche. Así que no se cuando llegaría y si llegaría...Iba a toda prisa. Tenía miedo y frío, quizás por ese miedo. No pasaban coches y la noche era tan oscura. Sólo me iluminaban las estrellas. Me acompañaba el crujido de mis botas sobre el asfalto. Tenía miedo también de que mi madre despertara y no me viera en la cama dormida.
Escucho el ruido de un motor, un coche se aproxima. El corazón cada vez me va más deprisa. El motor va aflojando y noto como para cerca de donde yo estoy en el arcén. Se bajan unas piernas masculinas y algo gruesas. No me atrevo a mirarle. Me pregunta si va todo bien y me invita a subirme al coche. Le digo que no y sigo caminando pero él me sigue y me atrapa poniendo sus manos en mis hombros. Tiene una voz un tanto ronca pero a la vez melosa. Acepto subir al coche y le pido que me lleve a mi casa. Enciende la radio mientras y se fuma un cigarro. Me lo pasa pero le digo que no fumo. Intento controlar el temblor de mis piernas y de mis manos. Me siento incómoda con esa música, su voz y el olor a cigarro. Veo que se pasa el desvío a mi pueblo y con ello empieza mi angustia. Se que nunca más volveré a casa y que nunca más volveré a abrazar y a besar a mi madre. El coche cada vez acelera más y más. Va rápido pero mis latidos aún van más rápido que ese coche. No debí subirme, no debí ir a la discoteca, no debí salir aquella noche. Quiero dar marcha atrás pero no puedo. El coche se detiene en un descampado. No se donde estoy. La oscuridad me impide ver con claridad lo que pasa. Él se baja del coche y me obliga a bajarme. Quisiera ser una de esas lechuzas o pájaros nocturnos que se escuchan pero no quiero ser mujer en este momento porque ahora mismo es esa mi condena...

Al día siguiente la madre se levanta. Ve la cama vacía y un silencio profundo le invade su cuerpo. Va a comisaría y denuncia la desaparición. A partir de ese momento comienzan los interrogatorios a sus amigas, familiares, vecinos. Cualquier dato por pequeño que sea cuenta. Las noticias transcurren velozmente en los telediarios y en la prensa. Pero para su madre no hay consuelo y cada día que pasa es una condena. Sabe que nunca volverá, lo presiente. A veces siente a su hija por las noches pero despierta como si le faltara la respiración. Pasan los días, los meses y los años. Su hija nunca volvió y de la tele y prensa ya desapareció. El olvido es lo que queda de esa triste desaparición.
*Para todas las personas que desaparecen y que no dejan ninguna huella. *




No hay comentarios:

Publicar un comentario