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viernes, 4 de octubre de 2013

Se fue.

-¿Y  que pasó? 
-No lo sé. Un día me levanté y vi que había desaparecido. Que ya no quedaba nada de ella, sólo su fragancia. Es como si se la hubiese tragado la tierra. Ni unas palabras, ni un beso de despedida, ni una carta. Se había ido sin más. Me pregunté si todo había sido un sueño o un producto de mi imaginación pero vi que era tan real como la vida misma. Estaba nuestra foto, corriendo por el campo,  junto a la mesa de noche y al lado una de nuestro último viaje. Si hubiese sabido que sería el último lo habría vivido con más intensidad y no la habría dejado escapar. Me habría agarrado fuerte a ella y seguramente se habría extrañado de esa actitud. Ahora sólo su fragancia inundaba la casa vacía. Ni su ropa, ni su mochila, ni su bolso, ni sus peluches. Todo había sido empaquetado con riguroso detalle hacia un lugar misterioso  y prohibido para mi. Se fue sin más, ya nada quedaba, sólo nuestras fotografías y su fragancia. Quizás fue las únicas cosas de las que no pudo desprenderse del todo, una porque la llevaba consigo y la otra para dejarme el recuerdo de su remota existencia.


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