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jueves, 26 de septiembre de 2013

Cartas a nadie (segunda parte).

La pequeña Clementine se levantó de la fría cama. Había amanecido un día más pensando en que poco tendría de diferente al anterior. Cada mañana se despertaba para contemplar los primeros rayos del amanecer. Le daban esa paz y tranquilidad que los médicos optaban por administrarle a base de pastillas de nombres un tanto caóticos para su cerebro. Colocó delicadamente sus pies en las alineadas zapatillas a los pies de la cama. Una de sus obsesiones era el orden. No consentía que nadie moviese los pocos objetos que había en la habitación de pequeñas dimensiones. Hizo algunos estiramientos para dar movilidad a sus músculos. Habían pasado cinco días desde que no pisaba la calle. Creía que se le estaban yendo los mejores años de su juventud encerrada en el pequeño habitáculo de un gran psiquiátrico. Sus padres pensaron que la mejor decisión sería llevarla a ese centro. El psicólogo había observado un trastorno grave de bipolaridad y desgobierno del yo. A pesar de ello no les guardaba rencor. Clementine no se veía tan diferente a los demás. Siempre ponía de ejemplo que todos cambian de gustos, modas, algunos (por no decir todos) siempre han imaginado o inventado una vida paralela por miedo a decir la verdad. Simplemente era una adolescente más con pequeñas manías que nadie comprendía. Lo único diferente que podía observar en ella misma era su agorafobia y esa sensación a veces de fobia social. Casi como si de un ritual se tratase, abrió la ventana, una bocanada de aire recorrió sus pálidas mejillas, se sentó en la mesa, empezó un nuevo folio y comenzó a escribir como cada mañana. Tenía una compilación de cartas desde hacía un año. Clementine las denominaba ''cartas a nadie''. Sólo ella las podía leer, el día que encontrase la certeza de haber dado con ese alguien que la hiciera sentirse libre se las entregaría una a una, para hacerle ver cuan grande era su anhelo. Lo que Clementine no sabía era que mientras dormía ese alguien existía y leía sus cartas. Ese alguien la amaba y admiraba en secreto.


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