¿Qué
pasaría si un día te despiertas y ves que eres el único sobreviviente de no
sólo tu ciudad sino además de todo el planeta? Seguramente te
levantarías, te arreglarías un poco porque ya a nadie le importaría tu
apariencia pues eres el único sobreviviente, y saldrías a inspeccionar las
calles en busca de más vida humana. Sobre todo empezarías a preguntarte por qué
tú y no otra persona y qué es lo que ha pasado para que ni siquiera haya
cadáveres ni signos de violencia alguna. Todo el mundo se ha esfumado como si
nunca hubiesen existido. Ni tu familia, ni pareja ni amigos. Las tiendas están
vacías y puedes salir y entrar, robar o romper los escaparates a pedradas pero
nunca más nadie te va a detener por ello. Y ¿qué pasaría o mejor dicho, que
sentirías sin un día entras en uno de los grandes almacenes y encuentras otra
vida humana? La de una chica casi 20 años menor que tú y que te hace romper
todos los esquemas que habías vivido hasta el momento haciéndote una serie de
preguntas que ni siquiera te habías planteado en casi 40 años de existencia. Son
como la noche y el día pero al ser los únicos habitantes de todo el planeta
deben de complementarse y no solamente eso, tienen que aprender a sobrevivir de
la soledad. La soledad es ese estado de miedo que todo ser humano odia sentir.
La incertidumbre de vernos solos algún día nos acecha y nos aferramos a las
personas que creemos que nos hacen felices, que nos protegen o que les
importamos. Es incluso agradable sentirnos solos a veces para poder reflexionar
y recapacitar pero si esa soledad se convierte en una cotidianidad, levantarte
y saber que nunca más vas a poder sentir, hablar, ver, reír, tocar o besar a
ningún ser humano es pesadumbrosa y hasta te puede erizar la piel. Todos estos
sentimientos son los que irás experimentando a medida que el diálogo entre
estos dos seres tan diferentes se va acrecentando.
No hay comentarios:
Publicar un comentario