Voy a ser bastante crítica con este libro porque ha sido
como una agonía leer sus 518 páginas cargadas de desgracias, infelicidad, envidias
y rencores en un pueblo catalán de la década de los 50. Su protagonista
principal, Eulalia, es la más desdichada de todos los personajes que aparecen.
Tras su regreso al pueblo, después de 7 meses sigue siendo maltratada y vejada
por todos sus vecinos. Con el paso de los capítulos se puede ver como el cura
del pueblo se siente culpable de las acusaciones y de los maltratos que recibe
la pobre Eulalia. Su corazón se ablanda y decide recorrer el pueblo entero para
obtener aliados en su defensa. Está embarazada de alguien que todos desconocen
y que ella nunca desvelará. Se llevará su secreto a la tumba. Y es por ello que
fue obligada a irse a la ciudad. No soportaba los insultos diarios, las miradas
y las prohibiciones por parte de su propia familia. Su cuñada es una arpía en
toda regla y su hermano un títere que no es capaz de hablar sin permiso de su
mujer. Eulalia es desprestigiada por todos pues ha perdido su honra al quedarse
embarazada de un desconocido, con el cual ni siquiera pudo casarse porque él ya
estaba casado. Regresa al pueblo creyendo que después de los meses sería bien
recibida y sobre todo, volvió para dar a luz. Pero se equivocaba profundamente.
Eulalia estuvo con aquel hombre por despecho, por olvidarse de su primer amor,
del que nunca pudo sacarse de la cabeza. Su primer amor era José, perteneciente
a la familia rica del pueblo. En ningún momento se menciona el nombre del
pueblo. En este lugar hay comunistas, ganaderos llamados payeses,
infidelidades, hombres lujuriosos y vecinas mezquinas. Vamos, que era toda una
ganga vivir en este pueblo. No me extraña que la pobre Eulalia escapara a la
ciudad, yo habría hecho lo mismo. Todos critican a los primeros turistas que
vienen a las playas del Cap Negre, a sabiendas que son ellos los únicos que dan vida al pueblo durante unos meses y que
gracias a ellos reciben más trabajo y dinero. Las turistas se quejan de los
caballos que se bañan en las playas y por ello se produce una disputa entre la
familia rica de José, el alcalde y el resto del pueblo. Unos defienden que los
caballos no deberían bañarse en las playas y otros, los payeses, están a favor
de que sus animales deben descansar y jugar en esas aguas salinas como hacen
los hijos de la clase pudiente. En el pueblo hay un hotel llamado Tramontana.
Allí se alojan las turistas con dinero que quieren aprender idiomas. Los
pescadores van al hotel y le enseñan el idioma, ellas le pagan y ellos las
engatusan con su labia y su lengua…Las mujeres de los pescadores al principio
se quejaban de que sus maridos pasaban más tiempo fuera de casa que dentro pero
al ver la cantidad de dinero que traían todas estaban contentas. Los maridos
enseñaban ‘’idiomas’’ y sus mujeres ya no tenían que rezar por sus salidas al
bravío mar. Otro de los temas que se trata en este libro son los amorosos como
el de Consuelito, una joven bien entrada en carnes que se enamora del viejo
alcalde. Al final consiguen casarse y su padre acepta su amor pero me da a mí
que siempre tendrá en mente su famosa frase ‘’y pensar que quiera hacer con mi
hija lo que yo hago con mi mujer’’. Joanet, un pescador que siempre estuvo
enamorado de Eulalia pero sin que ella lo supiera, se entera de su regreso por
parte del cura y decide buscarla para ayudarla. Sabe que va a dar a luz en
cualquier momento y tiene que prevenirla antes de que el parto se complique.
Finalmente la encuentra y la lleva a la famosa cueva donde tantas veces Eulalia
y José se besaban en su juventud. Pero ya Eulalia no es lo que era. Está
hambrienta y enferma. Lleva dos días sin comer ni beber y va a dar a luz en
cualquier momento. Aún así pocos quieren ayudarla. Y debido a la falta de ayuda
y los rencores, la pobre Eulalia no aguanta tanto dolor y sufrimiento. Da a luz
a una hermosa niña. Entre sueños recuerda a José, que también ha sido asesinado
por los celos de Joanet, y pronuncia su nombre, lo siente en la mar, en la
brisa. Siempre el amor, siempre José, siempre el pueblo.
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