A los 16 años me marché de casa. No podía esperar a cumplir
la mayoría de edad. La situación y el clima que se respiraba eran bastante
hostiles. Divagué como pude por ciudades carentes de hospitalidad, por pueblos
y remotas aldeas de escaso renombre. En las calles presencié multitud de hechos
y anécdotas que no me atrevería a contar, al menos que desees tomar algo
sentada a mi lado mientras contemplas cómo voy modelando mis trabajos de arena.
No tenía estudios ni ningún tipo de profesión. De pequeña
siempre se me dio bien dibujar, tanto en papeles apergaminados como en la misma
arena de la playa. Algunos turistas quedaban maravillados por mis trazos en la
arena y no me vanaglorio de ello.
Ahora mismo escribo estas líneas observando mi última obra
cumbre. Hay decenas de personas agrupadas haciendo la típica foto de recuerdo y
lanzando algunas monedas. No recibo mucho dinero pero me sirve para subsistir.
Una vez presencié un accidente en una de las carreteras
secundarias que solía tomar con mi bicicleta. Faltaban unos kilómetros para
llegar al lugar de destino cuando un coche pasó por mi lado a una velocidad que
hizo tambalearme con la bici. Casi caigo del arcén. Maldije para mí el
importunio. Un minuto después oí el derrape de unas ruedas, el volantazo del
coche que hacía unos instantes me hizo tambalear y el desastroso choque final
con otro auto que venía en dirección frontal. Aceleré el ritmo para ver si
había heridos graves pero unas fuertes corazonadas me lo afirmaban antes de
llegar. Cuando llegué a la escena, podría decirse del crimen, vi a un hombre,
posiblemente el conductor, tirado en la carretera. Su mujer, estaba junto a él,
apoyada en la destrozada parte delantera del coche. Su cara es difícil de
describir. Estaba sobrecogida por lo acontecido y no daba crédito a lo que sus
ojos tenían delante. Tenía las manos en el pecho, la boca entreabierta, entre
sollozando y gritando a la vez. Nunca antes había visto tanto dolor en la
expresión de una persona y espero no volver a verlo nunca más. La mirada del hombre estaba perdida. No
escuchaba los gritos de su mujer ni mi insistente ayuda. Juro que no sé si
estaba muriendo o si estaba renaciendo. Con la llegada de la ambulancia me
marché. No podía soportar más dolor.
Ahora estoy presenciando de nuevo la escena. Quedé tan
impresionada por el impacto, el dolor, ese medio morir-medio renacer que decidí
plasmarlo en mi próximo trabajo de arena. Miro la expresión de las figuras y
son asquerosamente realistas…Ojalá venga pronto una tormenta de arena y
desdibuje sus rostros. Esos rostros que una vez contemplé y me dejaron horrorizada
ante tanto dolor.